La madrugada del 9 de
enero de 1959, se rompió la presa de Vega de Tera, (la primera presa que se
rompía en la España de Franco) y arrasó Ribadelago (Zamora) provocando la
muerte y desaparición de 144 personas.
Entre los 144
fallecidos en la tragedia se encontraban catorce familias que perecieron al
completo y que ni siquiera pudieron ser enterrados, ya que tan sólo se
recuperaron 28 cadáveres. El resto de víctimas mortales descansan en
el fondo del lago de origen glaciar más grande de la Península Ibérica.
La tragedia desencadenó una riada de solidaridad. La prensa oficial intentó silenciar la causa real de la catástrofe. Tuvieron que pasar varios días para que se reconociera la rotura del pantano, aunque se añadía que era la primera vez que eso sucedía en España, a pesar de ser el segundo país del mundo en grandes presas de más de 30 metros de altura. Era un revés para la inicial política de grandes pantanos que desarrollaba entonces el régimen de Franco.
Sólo cinco personas
fueron condenadas como responsables de un delito de imprudencia
temeraria sin circunstancias a un año de prisión y finalmente fueron indultados mientras que
los familiares de algunas víctimas tardaron hasta veinte años en cobrar
las indemnizaciones que les correspondían, que curiosamente eran
mayores si los fallecidos eran hombres que si se trataba de mujeres.
En Ribadelago Viejo, para no olvidar la tragedia, existe un monumento a las víctimas. Tambien surgió la idea de hacer un monumento no tanto a la gente fallecida, sino
a los supervivientes, a los que volvieron a levantar el pueblo y consiguieron
que no desapareciera
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